En esto pensad.

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¿Cómo enfrentas la ansiedad?

Vivimos en tiempos donde la ansiedad, el estrés y las preocupaciones parecen colocarse en cada rincón de nuestra mente. Ya sea por la presión del día a día, por cambios inesperados o simplemente por el ritmo acelerado de la vida, es fácil sentirse abrumado.

En medio de todo esto, he descubierto lo crucial que es aprender a enfocar nuestros pensamientos. No se trata solo de pensar en positivo, sino de tomar control de lo que permitimos que ocupe nuestra mente. La Real Academia de la Lengua Española define enfocar como “Dirigir la atención o el interés hacia un asunto o problema desde unos supuestos previos, para tratar de resolverlo acertadamente”. Enfocar implica dirigir, orientar y decidir conscientemente hacia dónde va nuestra atención. Y en esa decisión, hay poder.

Comprender esto me llevó a reflexionar sobre cuánto influye nuestra manera de pensar en la forma en que enfrentamos la vida. Si queremos vivir con paz y claridad, debemos aprender a entrenar nuestra mente para que se mantenga firme en lo correcto, en lo verdadero, en lo eterno.

Tener enfoque requiere disciplina.

En la Biblia encontramos varios versículos que nos enseñan la importancia de enfocar nuestros pensamientos. Por ejemplo,  Isaías 26:3  dice: “Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”(RVR 1960)

Este versículo en particular nos muestra que nuestros pensamiento deben perseverar en Dios, en Su palabra y en Su verdad. Perseverar requiere tanto disciplina como enfoque. Una de las mayores promesas que encontramos en la Biblia es precisamente esta: cuando nuestros pensamientos se mantienen y se concentran en Dios, Él nos da paz.

¿Qué ocupa tu mente?

Los psicólogos han identificado diversos síntomas para describir un ataque de ansiedad. Entre ellos se encuentran: preocupación excesiva que incluye pensamientos de angustia y temor, nerviosismo, inseguridad (ya sea por interacción social o por la incapacidad de predecir el futuro), angustia relacionada con eventos pasados, perfeccionismo exagerado, autocrítica, incertidumbre, entre otros.

Lo interesante —y a la vez alarmante— es que todos estos síntomas comienzan y se desarrollan en la mente. Por eso, es ahí donde debemos comenzar a trabajar: en disciplinar nuestros pensamientos.

La mayoría de nosotros no contamos con una estrategia real para enfrentar los episodios de ansiedad o estrés de manera efectiva. Como resultado, algunas personas pueden pasar años estancadas en la misma condición, atrapadas sin saber cómo salir. Muchos hemos llegado a creer que estos pensamientos y síntomas son simplemente inevitables, al punto de normalizarlos y permitir que se vuelvan constantes en nuestra vida.

Pero la realidad es otra: tenemos la capacidad de discernir y elegir lo que pensamos

Esta capacidad de elegir lo que pensamos no es algo que debamos enfrentar solos; Dios nos ha dado herramientas para hacerlo. Una de las porciones bíblicas que más ha ministrado mi vida en estas últimas semanas se encuentra en Filipenses 4. A continuación, compartiré algunos versículos clave, pero te animo a que lo leas completo cuando tengas la oportunidad.

“Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.” (Filipenses 4:1, RVR 1960)

Lo primero que hace este capítulo es invitarnos a permanecer firmes en el Señor. Es muy fácil ser fieles y confiar en Dios cuando todo marcha bien. Sin embargo, también es fácil que la duda y la incredulidad entren en nuestra mente y tomen el control. El verdadero reto está en mantenernos fieles a Dios incluso cuando las cosas no suceden como quisiéramos.

Enfocar nuestra mente también implica recordar en quién hemos creído: en un Dios que sigue siendo el mismo ayer, hoy y siempre. Él es soberano, poderoso, constante. No cambia, no se aleja, no se esconde. El mismo Dios que te sostuvo en tempestades pasadas es el que te sostendrá en las presentes y en las que vendrán. Mantente firme, creyendo que Él está contigo. El salmista lo expresó con claridad en Salmos 56:8“En el día que temo, yo en ti confío” (RVR 1960).

Más adelante, en Filipenses 4:4, Pablo escribe:

“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4, RVR 1960)

El apóstol Pablo, quien escribió esta carta desde prisión, está llamando nuestra atención al hecho de que debemos alegrarnos en Dios en todo momento. Este tipo de enfoque mental requiere tomar decisiones conscientes. En este caso, se trata de la decisión de regocijarnos, incluso cuando no parece haber ninguna razón aparente para estar alegres o felices. Es una elección: elegir ver a Dios por encima de las circunstancias.

Si tienes la capacidad de dedicar horas y horas pensando en lo que te preocupa, entonces también tienes la capacidad de enfocar esos pensamientos en cosas positivas. Siempre habrá algo por lo cual estar agradecidos y gozosos, aunque sea pequeño o aparentemente insignificante.

Recuerdo un corito que cantábamos en mi iglesia y que aún resuena en mi corazón: “El gozo que tengo yo, el mundo no me lo dio, y como no me lo dio, no me lo puede quitar.” Esa letra encierra una gran verdad: las cosas materiales y las circunstancias actuales son pasajeras. Por eso, nuestro enfoque debe estar en lo eterno.

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4:6, RVR 1960)

Este versículo toca dos puntos clave. Primero, nos invita a ejercer dominio propio para no caer en la preocupación, la ansiedad o el temor. Segundo, nos recuerda que debemos presentar nuestras peticiones a Dios mediante la oración. En lugar de llenar nuestra mente con pensamientos que no edifican, debemos dedicarnos a orar y confiar en que Dios ya ha escuchado nuestras oraciones.

Hace unos meses, mi pastor ilustró una verdad que me quedó grabada: muchos de nosotros pasamos al altar de la iglesia presentando nuestras peticiones a Dios, pero al levantarnos… nos las llevamos de regreso a casa. En realidad, nunca las soltamos, porque nos hemos acostumbrado a cargarlas. Pero eso no es lo que la Biblia nos enseña que debemos hacer.

“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” (1 Pedro 5:7, RVR 1960)

Deposita en Dios todas tus preocupaciones y no vuelvas a cargarlas. Deja que Él se encargue de todo aquello que tú no puedes controlar.

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:7, RVR 1960)

Cuando presentamos nuestras peticiones a Dios por medio de la oración, Él nos responde con su paz. Una paz que no depende de las circunstancias, que trae calma en medio del caos y guarda nuestra mente con serenidad.

En esto Pensad.

“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8, RVR 1960)

En lugar de permitir que tu mente vague sin rumbo, atrapada en pensamientos que generan ansiedad y estrés, dirige tus pensamientos hacia lo verdadero, lo honesto, lo justo, lo puro, todo lo bello y digno de alabanza. ¡En esto pensad!

Dedica tu tiempo a llenar tu mente de la Palabra de Dios. Memoriza versículos que te ayuden a mantenerte firme en la fe. Canta alabanzas. Recuerda lo bueno y maravilloso que Dios ha sido contigo. Piensa en Su bondad, en Su misericordia, en el sacrificio que hizo por ti, y en el hecho asombroso de que Él haya puesto su mirada en ti. Piensa en los planes que Dios tiene para tu vida, porque ni tu pasado ni tu situación actual determinan tu futuro. Cree. Aférrate a sus promesas. Medita. Reenfócate.

Meditar es pensar y considerar un asunto con atención y detenimiento; es estudiarlo, comprenderlo bien, formarse una opinión o tomar una decisión. Meditar en Dios es enfocar nuestro pensamiento en Él y en Su Palabra. La Biblia está llena de versículos que nos hablan de la importancia y los beneficios de meditar en Dios.

A continuación, te comparto algunos ejemplos

“Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos” (Salmos 77:12 RVR 1960)

“En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos” (Salmos 119:15 RVR 1960)

“En la hermosura de la gloria de tu magnificiencia,  y en tus hechos maravillosos meditaré” (Salmos 145:5 RVR 1960)

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8 RVR 1960)

Esto haced.

“Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.”(Filipenses 4:9, RVR 1960)

Todas las experiencias que has vivido con Dios, todas las batallas que has ganado, las oraciones que Él ha contestado, los milagros que has presenciado, las bendiciones que has recibido, las palabras y promesas que has aprendido, escuchado y visto cumplirse… a eso aférrate.

Pon en práctica todo lo que has recibido de parte de Dios. No lo olvides, no lo subestimes. Vive con la certeza de que el Dios de paz estará contigo, guiándote, sosteniéndote y renovando tu mente día tras día.

Necesitamos desarrollar la capacidad de discernir y elegir en qué pensamos. El primer paso es detenernos. Cuando surjan pensamientos que generan ansiedad, preocupación, estrés o temor, haz una pausa intencional. No los dejes avanzar sin ser examinados. Pregúntate: ¿Este pensamiento refleja lo que Dios me ha prometido? ¿Está alineado con Su Palabra? ¿Es esta la manera de pensar que Cristo desea para mí?

El segundo paso es reenfocar. Una vez identificados los pensamientos que no provienen de Dios, debes redirigir tu mente hacia lo que sí es verdadero: enfócate en Cristo, en Sus promesas, en Su carácter y en Su Palabra.

Entonces, ¿cómo puedes enfrentar los episodios de ansiedad y estrés?
Enfocando tu mente en Cristo.
En esto pensad.