Hace casi 17 días que llegamos a una nueva ciudad; al principio, sentíamos que estábamos de vacaciones y salíamos a explorar como cualquier turista. Visitamos algunos lugares importantes e históricos, comimos en restaurantes y nos tomamos fotos de nuestra primera experiencia como familia en este proceso.
Con el paso del tiempo las cosas han cambiado. Seguimos sin casa, viviendo en un hotel y dependiendo de una pequeña hornilla eléctrica con la que cocinamos. No tenemos las comodidades ni el espacio al que estábamos acostumbrados y, como era de esperarse, nos llegó el choque de realidad: el cambio es permanente. No ha sido fácil y no será fácil porque estoy consciente de que aún nos falta tiempo para regresar a nuestra rutina o por lo menos, iniciar una nueva.
Esta semana tuve un momento de crisis, estaba cansada, estresada y llena de dudas. Me sentí con derecho de exigirle a Dios las razones por las que nos había sacado de aquella ciudad para traernos a esta. Entonces empecé a decirle: “mira donde estamos viviendo, mira lo que está pasando con la casa, allá lo teníamos todo y aquí tenemos que empezar de nuevo, ¿ya viste que difícil es?”. Literalmente, dando queja tras queja, como si Dios no tuviera idea lo que me estaba pasando.
Cuando Job lo perdió todo, sorprendentemente, al principio reacciona con mucha cordura, centrado en la voluntad y los propósitos de Dios.
“Entonces Job se levantó, y rasgo su manto, y rasuro su cabeza, y se postro en tierra y adoro. Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:20-21 RVR1960).
Pero conforme pasaban los días y la situación se complicaba, sus pensamientos fueron cambiado radicalmente: maldice el día en que nació, llena de ¿porqués? Su boca, y termina argumentando contra Dios. El dolor que está pasando le hacen creer que tiene el derecho de argumentar por su causa.
“Por tanto, no refrenare mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, Y me quejaré con la amargura de mi alma” (Job 7:11 RVR1960).
De ninguna manera puedo comparar lo que Job pasó con lo que yo estoy pasando. Yo no he perdido hijos ni bienes de un momento a otro, tampoco he visto afectada mi salud. Sin embargo, sé que podemos identificarnos en la forma en la que reaccionamos cuando la vida no sale como la planeamos. Cuando perdemos de vista que los propósitos de Dios son mejores que los nuestros. Cuando, al igual que Job, nos hace falta esperanza: “¿Dónde, pues, estará ahora mi esperanza?” (Job 17:15 RVR1960).
El problema radica en que abrimos la boca muy rápido. Dejamos que la emoción momentánea nos lleve a decir cosas de las que nos arrepentiremos posteriormente. Y si aún te preguntas ¿Cuáles son los beneficios de la queja?, te lo diré claro y fuerte: NINGUNO.
El quejarse no soluciona absolutamente nada. No añade respuestas, no trae paz, no adjunta planes ni te dan perspectiva. Las quejas son esos pensamientos que alimentan a la duda y a la ansiedad pero, sobre todo, nos hace necios. Nuestra ansiedad nos hace pensar que, por nuestras propias fuerzas, podríamos tener todo bajo control. ¡Es sumamente frustrante no tener el control! Por eso es que nos comportamos como si Dios fuera nuestro empleado y le empezamos a pedir cuentas de su desempeño laboral, con los planes que yo tracé y previamente aprobé, como si yo le estuviera pagando. Y lo peor, nos sentimos sumamente indignados si nuestro empleado cambia los planes. ¡Casi nos dan ganas de despedirlo!
Cuando era adolescente tenía un cuadro en la pared que decía: “Dios está haciendo un hermoso tapiz con cada una de nuestras vidas. Desde aquí abajo, solo vemos hilos enredados. Pero cuando estemos con El, veremos la maravillosa obra que hizo con nosotros”
Por eso, cuando estés enfrentando situaciones que no puedas controlar, “Detente, y considera las maravillas de Dios” (Job 37:14 RVR 1960). Reconoce, como Job, que El todo lo puede, que no hay pensamiento que se esconda delante él (Job 42:1). Reconoce que no apartará sus ojos de tí (Job 36:7), pero, sobre todo, que los planes que El ha trazado para ti, son mejores de los que ya has planeado por tu propia cuenta.
No te desesperes porque no ves el panorama completo. Confía en sus promesas. Confía en su fidelidad. Confía en que El tiene el control de TODO.
Mas él conoce mi camino; Me probará, y saldré como oro. (Job 23:10 RVR 1960)
Gracias por tus escritos Denise!! Dios te bendiga!!