Motivos Ulteriores

Hace un tiempo vi una serie de televisión en inglés y noté que repetían mucho la frase “Ulterior Motives” (Motivos Ulteriores). Personalmente, no es una frase que use o que haya escuchado frecuentemente, así que me di a la tarea de investigar de qué se trata.

Ulterior

es un adjetivo utilizado para describir algo que está situado más allá de la relación con un territorio; también, ulterior, es algo que ocupa el siguiente lugar en una serie o cadena, que se dice, sucede o se ejecuta después de algo.

Un motivo ulterior es una razón alternativa o extrínseca (externa) para hacer algo, especialmente cuando está oculto o cuando difiere de la razón establecida o aparente. 

Para hacerlo más claro, te daré un ejemplo: Mi hijo hizo un calendario en donde escribió como iba a dividir por días los quehaceres de la casa que le correspondían, es decir, anotó que el día lunes limpiaría su cuarto, el martes doblaría la ropa, el miércoles sacaría la basura, etc. Yo estaba a punto de tragarme el cuento pensando que había tenido una honesta intención de organizarse para ayudar, cuando mi pequeño individuo presentó sus motivos ulteriores: “¿Cuánto dinero me vas a pagar?”. La aparente intención de organizarse en sus deberes resultó en la oculta intención de adquirir dinero a cambio.

Estoy segura que después de leer esa historia podrías mencionar millones de ejemplos similares por ti mismo. Es muy difícil encontrar a alguien con el honesto deseo de ayudar, servir o dar algo sin pedir nada a cambio. Los seres humanos solemos tener motivos ulteriores para todo, incluso para buscar y seguir a Dios; es por eso que he identificado algunos motivos ulteriores por los cuales buscamos a Dios y deseo compartirlos contigo. Mi intención es llevarte a reflexionar y guiarte a perseguir una verdadera y profunda relación con Dios, bajo los motivos correctos.

  1. Buscamos a Dios por los Beneficios.

En un inicio, la mayoría de nosotros nos acercamos a Dios con una necesidad genuina y válida. Cuando yo empecé a asistir a la iglesia, tenía una profunda necesidad de identidad, de amor, de sanidad emocional y de propósito; no encuentro ni las palabras correctas para decirte todo lo que encontré en Jesús. Mi encuentro con Él superó todas mis expectativas, tanto, que decidí seguirlo y servirlo por el resto de mis días. Pero, a pesar del increíble suceso vivido en mi primera experiencia con Cristo, el cambio no fue inmediato. Me tomó mucho tiempo entender que también se debe buscar a Dios cuando no hay necesidad o algo específico que pedirle.

En el inicio, me sentí como aquel que se encuentra una lámpara mágica en el desierto y que, al frotarla, activa al genio que concede los deseos. Yo pensaba que el orar era la forma de activar a Dios para que trabajara en mis deseos, necesidades y caprichos; cada vez que oraba era únicamente para pedirle algo:  Protégeme. Prospérame. Bendíceme. Dame.

No me mal interpretes, no hay nada de malo en pedirle a Dios cosas. De hecho, Él mismo nos dice en su palabra que debemos acercarnos a Él sabiendo que nos responderá (Jeremías 33:3) y darnos lo que necesitamos (Mateo 21:22). En otras escrituras nos dice, “Pide y te daré” (Mateo 7:7-11) y en otra, “Todo lo que pidieres en mi nombre, lo haré” (Juan 14:13). Etc.

 El problema, no es en el acercarnos a Dios para pedir y recibir un beneficio de su parte, el problema radica en buscarlo únicamente por y para eso.

Antes de asistir a la Iglesia cristiana, fui educada con la idea de pagarle a Dios por la bendición que me había dado, y viceversa, si yo hacía algo o daba algo para Dios, mi pensamiento era que Él estaba obligado a corresponderme el favor. Así que, cuando inicié mi caminar con Cristo, pensaba que las cosas sucedían de esa forma. <<Yo doy el diezmo-ofrenda para que Él me prospere económicamente. Yo sirvo en un ministerio de la iglesia para que El me ayude en el trabajo fuera de la iglesia. Yo le rindo adoración y sacrificio para que Él sane mis enfermedades y mis tristezas.> > Era un patrón tan arraigado, que me tomó mucho tiempo entender que esa no es la forma verdadera en la que Dios quiere relacionarse con nosotros, porque buscar a Dios, no se basa en un sistema de trueques e intercambios.

Lamentablemente, esta mentalidad de “Doy/para que Él me dé” es una corriente preponderante entre los cristianos. Sentimos que Dios está obligado a darnos todo lo que le pedimos. Buscamos a Dios por la razón equivocada: “¿Qué puede darme a cambio?”. Y como es una tendencia intrínseca en el humano, hay otro grupo de líderes “cristianos” aprovechándose de eso, haciéndole creer a la gente que, en efecto, si haces o das algo para Dios, tendrás lo que deseas o pides.

En Hechos capítulo 8, a partir del versículo 4, nos cuenta como los primeros cristianos fueron esparcidos a causa de la persecución y así empezaron a anunciar el Evangelio por muchos lugares. Felipe llegó a predicar a Samaria y la gente escuchaba atentamente lo que enseñaba. La Biblia nos detalla que había un gran gozo en la ciudad a causa de los milagros y señales que se estaban realizando.  Pero, en medio de tanta felicidad, aparece un <pero> en la historia.

Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.

10 A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios.

11 Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.

La expresión que aparece para indicar que Simón practicaba la magia posee connotación negativa; la palabra proviene del griego <Mageoun> que significa “Practica de ritos”(1). Cuando la Biblia nos dice que Simón engañaba a la gente haciéndose pasar por algún grande, no era cualquier grande; Simón aseguraba a la gente que él era el Mesías. (2)

 La Biblia nos cuenta que niños y ancianos lo escuchaban y decían “Este es el gran poder de Dios” (v.10). Note que Simón era un profesional en su arte de engañar, tanto, que tenía a la gente pensando que en realidad él poseía el poder de Dios. Gracias a que conocemos el contexto y el final de la historia, nosotros sabemos que no era Dios el que estaba actuando por medio de Simón.

12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.

Permíteme enfatizar el siguiente versículo para completar la escena.

13 También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.

Hasta aquí, la vida de Simón parece llevar un proceso de conversión normal, según los pasos y criterios que todos consideramos normales. Cree, se bautiza y se vuelve seguidor de los Apóstoles. Aquel que tenía asombrada a la gente, ahora estaba asombrado viendo las Señales y milagros de un poder superior. La historia podría haber sido una historia de éxito, pero Simón, tenía motivos ulteriores.

Cuando Pedro y Juan llegaron a Samaria, empezaron a imponerle las manos a la gente, y estos recibían el Espíritu Santo. (v.14-17). Entonces, salen a relucir las verdaderas intenciones.

 “Cuando Vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dame también a mi este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo” (Hechos 8:18-19).

Es claro que Simón deseaba adquirir al Espíritu Santo para beneficio personal; quizás pensaba que, si tenia esa habilidad, entonces podría ganar mas clientes o admiración.

Buscar a Dios por sus Beneficios es una de las razones más comunes.  Es muy fácil engañar a los demás haciéndoles pensar que estamos asistiendo a la iglesia con la única intención de servir a Dios, pero el que pesa los pensamientos, sabe cuál es nuestra verdadera motivación. Podríamos ser parte del grupo que busca a Dios por sus beneficios, y nada más.

He conocido muchos jóvenes que asisten en la iglesia y cumplen con todos los “requisitos” de parecer buenos cristianos, pero solo quieren conquistar a una jovencita cristiana. He visto adultos que solo asisten a la iglesia cuando tienen problemas, y como alma en pena, andan por todos los pasillos pidiendo oración, para que el Señor les responda lo más rápido posible. Hay otro grupo, que en su desesperación de adquirir lo que desean, dan dinero a ciertos “ministerios” que prometen prosperidad y vida sin problemas.

He visto también otro grupo, decepcionado con Dios porque no obtuvieron lo que pidieron, fluctuando de iglesia en iglesia, buscando el lugar en donde sus deseos y caprichos sean cumplidos. He visto los que persiguen incansablemente campañas de sanidad. Los que hacen largas filas para que el profeta les diga algo de parte de Dios (como quien va y consulta a un adivino); y otros que ya lo intentaron todo y no tienen más remedio que ir a buscar a Dios como último recurso.

Analiza conmigo la respuesta que le dieron los Apóstoles a Simón:

  1. “El don de Dios no se obtiene con dinero:

20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. (Hechos 8:20)

Debemos entender que no hay nada que nos permita comprar ni el don, ni la bendición, ni la voluntad de Dios. No hay sacrificio, ni ofrenda, ni acción que yo haga para Dios, que lo obligue a darme algo a cambio.  Cuando Él da algo, lo hace por pura gracia y misericordia, no porque lo merezcamos o porque hicimos lo suficiente para ganarlo. Fue por el mero placer de su voluntad.

  • “Tu corazón no es recto delante de Dios”.

21 No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. (Hechos 8:21).

 Todo lo que hacemos y decimos debe estar guiado por las motivaciones correctas. Debemos pesar nuestras intenciones y evaluarlas a la luz de la verdad.   Cuando el salmista decía “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu Recto dentro de mi” (Sal. 51:10), Le está pidiendo a Dios que afirme su carácter en las cosas justas. En otras versiones de la Biblia dice “Renueva la firmeza de mi espíritu” (NVI) y otra lo expresa diciendo, “¡Dame un espíritu nuevo y fiel!” (DHH)

Debe haber una urgencia en nosotros por buscar la rectitud de espíritu.

  • “Arrepiéntete”

22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; 23 porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.

El reconocer nuestro error es el primer paso. Debemos detenernos a pensar cuales han sido nuestras verdaderas motivaciones al seguirlo.  Aún hay esperanza para aquel que esta dispuesto a rectificar y decide seguir a Dios por quien es él, no por lo que puede obtener a cambio.

Una de mis historias favoritas de la Biblia está en el libro de Daniel, Capitulo 3. El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro y da la orden de que, al oír la bocina, todos los habitantes debían postrarse y adorar la estatua; El que no lo hiciere, seria echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Pero, algunos varones caldeos acusaron a 3 jóvenes judíos delante del rey, los cuales no adoraron ni a los dioses del rey, ni a su estatua.

El Rey se enoja y manda traer a Sadrac, Mesac y Abed-nego, y los amenaza con echarlos al honro de fuego ardiendo si no se postraban frente a la estatua para adorarla. Pero, Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al Rey diciendo:

“No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tus manos oh rey, nos librara.

Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:16-18).

Ahora te pregunto, ¿fueron librados de ser enviados al horno de fuego? No, no lo fueron. La furia del rey se desató y los envió sin pensarlo dos veces. ¿fueron los jóvenes librados de la muerte? Si, si lo fueron. La historia termina con el rey observando a 4 hombres paseándose sin daño alguno en medio de las llamas, y declara: “He aquí el cuarto, es parecido al hijo de los dioses” (Daniel 3:25).

La clave en estos versículos se encuentra en la respuesta que dieron estos 3 jóvenes al rey: “Él puede librarnos, Y si no lo hace, como quiera habremos de adorarle”. Así debe ser nuestra actitud; debemos  estar seguros de que Él tiene la capacidad y el poder para ayudarnos en nuestra situación, pero tener el conocimiento firme de que, si no lo hace, nada puede impedir que yo siga adorándolo.

No busques a Dios solo porque pueda darte algo a cambio, búscalo por el sencillo placer de estar en su presencia. Acércate a Dios aunque no haya nada que pedir o no haya respuestas a tus peticiones.

Adora a Dios, aunque no haya sanidad mental o física.  

Lee la Biblia, aunque no haya a nadie a quien impresionar.

Sirve a Dios, aunque no haya remuneraciones económicas o reconocimientos públicos.

Alaba a Dios, aunque nadie te este mirando.

Agradece a Dios por todo, aunque no lo entiendas.

Corre a Dios en los espacios de aparente paz, cuando todo va bien, cuando la rutina tiene un cauce y no hay abruptos cambios.

Sigue a Dios cuando las cosas no salen como quisiste, cuando no obtuviste lo que deseabas, cuando no hubo respuestas, señales o milagros.

Busca a Dios por quien es:

Él es digno. (1 Crónicas 16:26; salmos 18:3; Salmos 48:1; Salmo 96:4; Salmos 145:3; Daniel 9:4; Apocalipsis 4:11)

Él es el Poderoso. (Deuteronomio 10:17; salmos 24:8; Salmos 76:4; salmos 89:8; salmos 93:4; 2 Corintios 9:8; Efesios 3:20)

El es el Creador del Universo. (Genesis 14:19; Isaías 42:5; Isaías 43:15; Isaías 45:8)

References

1. Diccionario Biblico Ilustrado Holman.

2. Biblia de Referencia Dake.