Perspectiva.

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«Para el poeta, una perla es una lágrima del mar o una gota de rocío solidificada. Para las damas, es una joya que pueden llevar en el dedo, el cuello o la oreja. Para el químico, es una mezcla de fosfato y carbonato de cal con un poco de gelatina. Para el naturalista, es simplemente una secreción mórbida del órgano del que, entre ciertos bivalvos, produce nácar. Para un creyente, una perla es una maravilla en la creación de Dios» (Green, 2000).

El observar algo desde un punto, por lo general alejado, nos da la oportunidad de obtener una visión diferente. A eso le llamamos perspectiva. No solo varía de acuerdo a la persona que lo mira, sino del tiempo en que se observe.

Por lo general, cuando tenemos un conflicto, situación o una decisión que tomar, solemos contárselo a una persona de confianza para que nos dé su opinión. En muchos casos, esa opinión puede resultar más objetiva, ya que observa la circunstancia desde otra perspectiva, lo que le permite notar detalles que nosotros pasamos por alto

Todas las historias que leemos en la Biblia abordamos desde una perspectiva ya definida, la cual no podemos cambiar. Por ejemplo, en la historia de José (Génesis 37-46), mejor conocido como «José el soñador», encontramos una narración en tercera persona. Es decir, el narrador relata los hechos desde una posición externa: él controla los detalles de la historia que desea dar a conocer y los desarrolla a medida que avanza el relato.

La historia de José nos envuelve de principio a fin y nos llena de inspiración, motivación y admiración por el personaje principal. Desde nuestra perspectiva, es una historia llena de esperanza, porque nos deja ver que todo lo que ocurre tiene un propósito divinio. También nos infunde fortaleza, ya que José parece mantenerse inquebrantable ante la adversidad. Nos sirve como ejemplo de resiliencia, pues tiene la capacidad de regresar a su «forma» original a pesar de haber sido llevado al límite por las circunstancias. Admiramos su valentía, su honestidad, su integridad, pero, sobre todo, su capacidad de perdonar.

Es muy fácil contar y leer una historia en tercera persona, porque no estuvimos involucrados en la trama. Pero, ¿Cómo sería la historia de José si él la hubiese escrito? Es decir, si José hubiera tenido la oportunidad de escribir un diario a lo largo de su vida y ahora tuviéramos la oportunidad de leerlo. ¡Que historia tan desgarradora estaríamos leyendo! Imagina a José contando sobre el ambiente hostil en el que tuvo que crecer, rodeado de hermanos que lo odiaban y lo envidiaban a tal punto que planearon su muerte. Imagína a José relatando con detalle lo que sintió cuando fue vendido como esclavo por su propia familia. ¿Qué pensaba durante el viaje? ¿tuvo miedo? ¿Tuvo dudas?, ¿Se sintió inseguro, defraudado, solo, abandonado?

Visualiza a José: tiene 17 años y ha llegado a Egipto. No habla el idioma, no conoce el país, no hay familia cerca ni tiene derechos propios porque es un esclavo. Todo lo que conoce y sabe, ahora parece ser inútil. Imagina a José sufriendo en silencio por no saber nada de su padre ni de su madre. Piensa en el miedo que sintió cuando la mujer de Potifar quería obligarlo a tener relaciones sexuales con ella. Imagina tambien su reacción al saber que tendría que ir preso porque se le acusa de algo que no cometió. El coraje por la injusticia; la desesperación, la angustia, el dolor, el cansancio y la depresión. 

Uno de los principales errores que cometemos al leer la Biblia, es el de no darle la estimación apropiada del tiempo. Creemos que, como nosotros leemos el capítulo en 3 minutos, entonces los acontecimientos sucedieron igual de rápido. Poner en perspectiva la vida de José no solo implica sentir empatía por su sufrimiento y angustia, sino estimar el tiempo de forma correcta. No llegó a Egipto en un abrir y cerrar de ojos. No pasó un período corto en la cárcel. Tampoco sus hermanos llegaron a Egipto a comprar alimento delante de él dos minutos después de que él se vuelve el segundo al mando en todo Egipto. ¡Pasaron años!

José era un ser humano común, con capacidad de sentir miedo e inseguridad en medio de las atribulaciones. Todos reaccionamos y resolvemos de diferente forma los problemas y necesitmos aprender a respetar los procesos individuales. A algunos nos toma años entender el «¿por qué pasan las cosas?» Para José, el tiempo también fue un factor importante. 

Cuando José era el gobernador de Egipto, era él el que vendía el trigo a toda la gente. Un día sus hermanos aparecen y se postraron rostro en tierra delante de él (Gen41:6). José los identifica de inmediato, pero ellos no pueden reconocerlo a él. José utilizaba un interprete para hablar con ellos asi sus hermanos no sabrían que él entendía lo que hablaban en su idioma y, con esta estrategia, logra escuchar cómo ellos recuerdan lo que le hicieron a su hermano: «Vimos que estaba en problemas, Nos rogó que le tuviéramos compasión, pero no lo escuchamos» (Gen 41:21).

José se alejó de ellos y lloró de tristeza (Gen 41:24). Qué amargo encuentro, lleno de recuerdos y dolor. Él decide apartarse para llorar y, posiblemente, ese fue el momento en que analizó su vida desde una perspectiva diferente. Dios le había permitido que, en su encuentro con sus hermanos, José tuviera que enfrentar su pasado, lleno de dolor y de preguntas que en su momento no tenían respuesta. Pero había llegado el tiempo de sanar y de ser restaurado. Había llegado el tiempo de mirar hacia atrás y entender que todo había obrado para bien

Más adelante, cuando ve a su hermano menor Benjamín, tiene que alejarse de nuevo para llorar (Gen 43:30) y cuando por fin revela su identidad a sus hermanos «lloró tan fuerte que todos los egipcios y la casa del faraón escucharon» (Gen. 45:2). Con frecuencia, minimizamos las emociones de las personas pensando que lloran por tonterías o las encasillamos de inmediato en el catálogo de los débiles. Pero aquí tenemos a José, adulto -proximadamente 20 años después de llegar a Egipto- llorando a gritos por el increíble giro de acontecimientos que atribuye única y exclusivamente a la voluntad de Dios: «Soy José, al que vendieron como esclavo a Egipto. No se preocupen ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido, pues Dios me mandó antes que ustedes para salvar sus vidas. Por lo tanto, no fueron ustedes los que me enviaron aquí, fue Dios» (Gen. 45:4-8).

Alejarte un poco para ver y analizar las cosas desde otra perspectiva podría ser de gran ayuda para tí. Podría ser el inicio de tu sanidad emocional y espiritual. Podría ser el camino al perdón. Podría ser la respuesta a tus porqués, pero, sobre todo, te ayudaría a transitar entre las inevitables etapas de sufrimiento, consciente de que hay un plan superior. 

No podemos invalidar el sufrimiento de José solo porque tenía grandes y sobresalientes cualidades. Pasó años muy difíciles que, de haberlos dejado registrados en un diario, nos ampliarían el panorama de su vida. Finalmente,hay algo que deseo destacar, cuando José es vendido como esclavo y llega a Egipto, la Biblia dice: «Jehová estaba con José y fue varón próspero » (Gen 39:2). Cuando José es encarcelado a causa de las mentiras dichas por la esposa de Potifar, la Biblia dice: «Pero Jehová estaba con José, le extendió su misericordia y halló gracia a los ojos del carcelero» (Gen 39:21).  

En todo momento, Dios estuvo con él. 

Y esa es, quizá, la mayor enseñanza de esta historia. No se trata solo del final glorioso, sino del Dios que acompañó en cada paso del proceso. En la casa de su padre, en la cisterna, en la esclavitud, en la prisión y, finalmente, en el palacio.

«Sabemos que Dios obra en toda situación para el bien de los que lo aman, los que han sido llamados por Dios de acuerdo a su propósito» (Romanos 8:28).

Para vivir plenamente, no necesitas respuestas inmediatas ni finales predecibles. Solo necesitas tener la perspectiva correcta. Para algunos, las circunstancias serán injusticias. Para otros, simples consecuencias. Pero para quienes confían en Dios, las circunstancias están bajo la guía de una voluntad que es buena, agradable y perfecta.

Porque al final, no es la ausencia de dolor lo que prueba la fidelidad de Dios, sino Su presencia constante en medio de todo.

«Podrá algo separarnos del amor de Cristo? Ni las dificultades, ni los problemas, ni las persecuciones, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro ni tampoco la muerte. Así está escrito: Por ti estamos siempre en peligro de muerte, nos tratan como si fuéramos ovejas que van al matadero.

Más bien, en todo esto salimos mas que victoriosos por medios e Dos quién nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes diabólicos, ni lo presente, ni lo que vendrá en el futuro, ni poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor De Dios que se encuentra en nuestro Señor Jesucristo.»

Romanos 8:35-37 (Palabra De Dios para todos).

Referencias.

Green, M. P. (2000). 1500 Illustrations for Biblical Preaching. Grand Rapids, MI: Baker Book House Company .

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