¿Por qué oraba Jesús? (3)

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¿Eres de los que oran solo cuando está en problemas?, no te juzgo. La mayoría de nosotros lo hacemos. La realidad es que cuando todo va bien suspiramos agradecidos de vez en vez, pero cuando las cosas se complican un poco, nos acordamos realmente de buscar a Dios con ahínco. El caos nos hace recordar que necesitamos a alguien superior, que no somos lo suficientemente fuertes, ni sabios, ni omnipotentes. La necesidad y los problemas nos recuerdan que somos vulnerables y eso nos hace reaccionar a buscar a alguien con la capacidad de darnos respuestas o ayuda.

Registradas en la Biblia, hay dos ocasiones en las que podemos encontrar a Jesús orando en medio del dolor:

  1. Jesús Ora en Getsemaní. 

Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas nos relatan una versión muy similar de este acontecimiento en el Getsemaní. Jesús ya sabía que la hora de ser entregado se acercaba, había preparado con anticipación a sus discípulos para enfrentar ese momento y les anunció los tiempos difíciles que se avecinaban a partir de su muerte. Jesús sabía que su muerte era necesaria, sabía que esta era parte de su propósito y nunca lo ocultó a nadie. Sin embargo, como a cualquier humano cuando siente que la muerte está cerca, empieza a angustiarse sintiendo toda su vulnerabilidad humana y se entristece. 

Mateo 26:36-39 dice: “ 36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (RVR 1960). 

Nadie pone en duda que Jesús estaba pasando un momento difícil, pero en ocasiones, leemos ciertos pasajes con tanta rapidez que se nos olvida observarlos desde la perspectiva correcta, en otros momentos, simplemente los simplificamos o les restamos importancia porque sentimos que no nos afectan directamente. En México, hay un dicho popular que dice “lo que no fue en mi año, no me hace daño”, es una frase coloquial que resume el “no me importa o no me afecta porque no me corresponde”. Algo parecido sucede con pasajes Bíblicos como los que vamos a leer hoy, minimizamos su contenido sin entender cuan inmenso y trascendental fue y será para nuestra vida.

Cuando Jesús está orando en el Getsemaní ve muy cerca el cumplimiento de Su objetivo, el cumplimiento de las promesas que permitirían la comunión del humano con el Padre mediante la gracia. El sacrificio anunciado que traería la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos y la sanidad de los corazones quebrantados. Sin esa muerte, nada de lo que tenemos ahora sería posible. Pero, Jesús estaba angustiado y no se lo ocultó a sus discípulos. Jesús necesita orar y le pide a sus discípulos que oren con él. 

El Evangelio de Marcos nos da un detalle que no nos da ningún otro escritor, porque la oración de Jesús inicia de la siguiente manera: “Abba, Padre, Todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Marcos 14:36). Después, Mateo nos dice que Jesús se acerca una segunda vez a orar y dice: “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”(Mateo 26:42). Jesús sabía que el Padre tenía la capacidad de hacer parar ese sufrimiento de forma instantánea, y en su oración se acerca apelando a esa capacidad que Él no tiene al sentir el peso de la humanidad en sus hombros.

En la versión <Traducción lenguaje actual> dice: “Jesús se fue a orar otra vez, y en su oración decía: Padre, si tengo que pasar por este sufrimiento, estoy dispuesto a obedecerte” (Mateo 26:42).  Esta versión enriquece mucho el contexto y el sentido de la oración de Jesús porque Él reconoce que estaba sufriendo. Sin embargo, y aunque hay muchas cosas que se podrían decir solo de esta oración en el Getsemaní, debemos aprender varias cosas: Primero, debemos estar seguros de que podemos acercarnos a Dios en todo momento y bajo cualquier circunstancia. Ninguna oración es inútil. De hecho, si lees Lucas 22:43, podrás ver que, mientras Jesús oraba, se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Lo que me lleva al segundo punto.

Podríamos pensar que orar es para que Dios nos quite todo el sufrimiento y nos haga eternamente felices en la tierra, pero eso no sucederá. Mientras estemos en la tierra tendremos aflicción, sin embargo, Dios siempre enviará ayuda, como lo hizo con Jesús en ese momento. Dios Padre no le quitó el sufrimiento a Jesús puesto que era NECESARIO que Él lo padeciera, sin embargo, envió un ángel para fortalecerlo en el momento que más lo necesitaba.

2.  Jesús Ora en la Cruz: 

La segunda oración más dolorosa de la historia la encontramos en Mateo 27:45-46 y Marcos 15:34 mientras Jesús está en la cruz.

Si viste la película “la Pasión de Cristo” tendrás una viva imagen de todo el sufrimiento físico que Jesús tuvo que pasar hasta llegar a este momento en el que se encuentra en la cruz. Actualmente, usamos la expresión “fue un verdadero calvario” para referirnos a situaciones que enfrentamos de mucho dolor o angustia. Pero, si somos honestos, nada de lo que podamos enfrentar se compara con el verdadero “calvario” que enfrentó Jesús por amor a nosotros.

Mateo 27:45-46 dice: “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (RVR 1960)

Debo detenerme un momento para recordarte que en esta serie de ¿por qué oraba Jesús? Solamente estamos estudiando las oraciones que quedaron registradas en la Biblia. Estas oraciones no fueron las únicas que Él pudo haber dicho en voz alta, ni tampoco fueron las únicas veces que Él oró, porque es bien conocido que Jesús tenía una vida de oración muy disciplinada. 

En esta oración que leímos hace unos instantes, Jesús está llevando el peso de la humanidad sobre Él. Cuando Adán y Eva pecaron en el jardín del Edén tuvieron consecuencias que afectaron el curso de la humanidad. El pecado separó y quebró la comunión que tenía Dios con el hombre, este pecado en el hombre impedía la comunión con la santidad del Padre, por eso fueron desechados y abandonados. Cuando Jesús está muriendo en la cruz, está llevando el pecado de la humanidad sobre sus hombros, por lo tanto, Jesús está sintiendo el dolor de la separación que causa el pecado ante la santidad divina. Solamente Su sacrificio en la cruz, restauraría de una vez y para siempre el acceso al Padre. 

Sin embargo, aún en su agonía, seguía cumpliendo con su papel de intercesor, porque Lucas 23: 34 describe como, crucificado en medio de malhechores, ora diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (RVR 1960). Finalmente, Lucas 23:44-46 dice: “Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces, Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”

Lo más extraordinario de todo esto es que, aunque Jesús sabía cual sería la respuesta a su oración, nunca dejó de orar. Él sabía el sufrimiento al que se enfrentaba y también sabía que la voluntad de Dios tenía que cumplirse, pero seguía orando, porque Él reconoce su necesidad; necesidad que solo puede ser satisfecha por Dios mismo. 

Jesús tenía una ventaja sobre nosotros, Él sabía exactamente cual era el plan divino que se encontraba detrás de todo ese sufrimiento, además, sabía que ese plan tenía que ejecutarse de manera exacta y sus deseos no podrían detenerlo. Nosotros no siempre sabemos por qué sufrimos y hacemos oraciones llenas de preguntas que quizás no tendrán respuestas ni soluciones inmediatas. Nos desesperamos porque nos sentimos abandonados o porque no logramos entender que hay un propósito perfecto detrás de cada circunstancia porque no hemos visto un objetivo claro. 

Muchos son los que se han decepcionado porque sus problemas no fueron atendidos y resueltos después de la primera oración que hicieron, y se preguntan ¿Por qué tengo que pasar estas cosas? y/o ¿por qué a mi?. Se van enfadados a tratar de solucionar el asunto por su propia cuenta. La realidad es que, aunque no nos guste, siempre habrá algo en nosotros que se revela a hacer la voluntad de Dios, una parte que cuestione y que exija respuestas inmediatas, sin embargo, si algo debemos aprender después de leer la forma en que Jesús ora en medio del dolor es que Dios tiene el control de todas las cosas y circunstancias, y aunque en el momento no lo entendamos, debemos pedir que Su voluntad prevalezca sobre la nuestra.