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Recientemente, he notado que utilizo con frecuencia la pregunta: ¿será suficiente?, y la aplico en diferentes áreas y contextos. Por ejemplo: ¿será suficiente la comida?, ¿tengo suficiente dinero para comprar lo que necesito?, ¿tendré suficiente tiempo para realizar todas las cosas que tengo planeadas?.
En la mayoría de los casos, las respuestas son claras y se pueden responder con un simple sí o no.

Sin embargo, hay otras preguntas cuyas respuestas son mucho más abstractas y difíciles de discernir en forma sencilla. Por ejemplo: ¿estaré haciendo lo suficiente como mamá, como esposa, como hija, como persona?… ¿Por qué a veces siento que nada es suficiente?.
Si eres hombre y estás leyendo este blog, te contaré algo que te ayudará a entender un poco a las mujeres. Nosotras actuamos como una goma elástica. Somos fuertes y resistentes ante la presión, al punto de permitir que nuestros extremos se estiren hasta el máximo. Con el tiempo, aprendemos a volver a nuestra forma original; sin embargo, en algunas ocasiones, la presión puede ser tanta que terminamos por rompernos, tal como lo hace una goma elástica cuando ya no puede estirarse más.
Cuando llegan a su límite y explotan, lo primero que se preguntan las mujeres es si serán suficiente. Sé que los hombres también enfrentan situaciones similares -quizás con menor intensidad emocional que las mujeres- pero es una realidad general. De alguna u otra forma, todos sentimos que no alcanzamos las expectativas impuestas por la sociedad o por nosotros mismos.
El problema principal es que ni siquiera sabemos qué significa ser suficiente. Nos hemos puesto estándares que no entendemos ni conocemos, y vivimos estresados por no poder cumplirlos.
He estado leyendo un poco lo que la psicología dice al respecto, y básicamente se enfoca en dos aspectos: la forma en que fuimos educados mientras crecíamos y la percepción que tenemos del mundo que nos rodea. Es decir, los estándares personales, sociales y emocionales que cargamos se forman a través de nuestras relaciones con los demás.
Nuestros padres, desde muy temprano, comenzaron a fomentar en nosotros cierto grado de estima, disciplina, valores y expectativas que, en muchos casos, intentaremos cumplir por el resto de nuestras vidas. Todos los niños crecen con una necesidad natural de complacer a sus padres para ganar aprobación, aceptación y atención. Cuando esos niños se convierten en adultos, suelen reenfocar esa energía en tratar de llenar las expectativas no solo de sus padres, sino también del resto de la sociedad.
La sociedad nos impone conductas y estereotipos (algunos de ellos bastante absurdos), y nosotros determinamos el grado de importancia que les damos. Por ejemplo, la sociedad promueve un estereotipo de belleza externa, y somos nosotros quienes decidimos -consciente o inconscientemente- qué porcentaje de eso es verdad y relevante para nosotros. Si decidimos que «estar delgado, con una sonrisa y cabello perfectos» tiene un valor muy alto, viviremos intentando alcanzar esa expectativa, y seremos profundamente infelices si no lo logramos.
La mayoría de nosotros hemos pasado la vida tratando de cazar unicornios. Nos hemos sentido inferiores, insuficientes e infelices porque nuestros estándares y expectativas de vida son absurdamente irreales e imposibles. Queremos ser padres perfectos, tener el trabajo perfecto, la casa perfecta, los hijos perfectos, la pareja perfecta, la vida perfecta… ¡TODO TIENE QUE SER PERFECTO!
Pero hay un pequeño problema: nada en este mundo es perfecto.
Si retomamos el ejemplo de la goma elástica y nos comparamos con ella, lo primero que debemos entender es que todos tenemos un límite. Hay cosas que, por más que te esfuerces y te afanes, simplemente no podrás lograr. Y eso está bien. Tenemos que aprender a hacer lo que podemos hacer.
Eclesiastés 9:10 dice “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (RVR 1960). Esto implica aceptar nuestras capacidades reales, y no exigirnos más allá de lo humano.
Por otro lado, la Biblia nos enseña que todo es vanidad. De hecho, hay un libro entero -Eclesiastés, escrito por el Salomón- dedicado a hacernos reflexionar sobre esto.
La RAE define la palabra vanidad con términos como: arrogancia, presunción, envanecimiento, caducidad, inútil, insustancial, irreal, hueco, vacío, infructuoso, insubsistente, poco durable o estable. Palabras que nos invitan a soltar la ilusión de perfección y abrazas una vida más real, más auténtica y más enfocada en lo eterno.
Lee un resumen de lo que hizo Salomón durante su vida: “Entonces, me propuse esto: Voy a divertirme y a probar los placeres y todo lo que es <<darse la gran vida>>, pero esto tampoco resultó tener sentido. Decidí llenar mi cuerpo de vino mientras llenaba mi mente de sabiduría, pero no sirve de nada. Entonces, empecé a hacer grandes obras. Construí palacios, planté viñedos, cultivé jardines, hice parques y planté en ellos toda clase de árboles frutales. Me hice construir estanques de agua para regar los árboles en crecimiento. Tenía muchas posesiones, ganado y rebaño de ovejas. Junté mucha plata, oro y posesiones dignas de un rey. Disfruté de lo que todo hombre puede desear, pues tuve relaciones con muchas mujeres. Me volví rico y famoso, más que cualquiera que hubiera vivido antes de mí. No me privé de nada que deseara ni me negué ningún placer. Siempre conseguí lo que deseaba porque me sentía feliz con todo el trabajo que hacía. Pero, cuando consideré todo lo que había logrado con el fruto de mis esfuerzos, me di cuenta de que nada tenía sentido, que era como agarrar al viento y que uno no gana nada con lo que hace bajo el sol” (Eclesiastés 2:1-11. PDT. Sintaxis personal).
¿Qué es suficiente?
Cuando leí esto hace unos días, me llegó de golpe la idea de que hemos perseguido ideales erróneos toda nuestra vida, enfocándonos en lo material, lo aparente y lo pasajero. Frustrados hasta querer morir por que no logramos llenar las expectativas -irreales y altísimas- que nos hemos impuesto. Y todo eso, como dijo Salomón, es como «atrapar al viento».
Entonces, ¿cómo reevalúo lo que es realmente importante?, ¿Qué es digno de perseguir?, ¿Qué es digno de alcanzar?.
¿Qué es digno de perseguir?
“Preocúpate por honrar a Cristo como Señor. (1 Pedro 3:15 PDT).
Perdemos el tiempo tratando de alcanzar metas ajenas. Nos comparamos y levantamos un estándar del éxito basado en los logros de otros. Pensamos que si logramos ser o tener lo que otros tienen, ganaremos valor ante sus ojos. Pero nuestra medida y punto de comparación debe ser Cristo, como lo dice Efesios 4:13: “Nuestra meta es convertirnos en gente madura, vernos tal como Cristo y tener toda su perfección” (PDT).
¿Qué es digno de alcanzar?
“Busca el reino de Dios y su justicia, el resto te será añadido” (Lucas 6:33).
El afán es uno de los principales obstáculos en nuestra vida, y lo podemos ver con la descripción que leímos anteriormente de Salomón en Eclesiastés 2. Estamos constantemente con ansiedad por lograr cosas, por sobresalir o ser mejores en algo. Gastamos nuestra energía en buscar la felicidad para demostrar a la gente cuán satisfactoria es nuestra vida. En ese afán, perdemos de vista lo que realmente tiene valor: buscar el reino de Dios y su justicia.
¿Qué es realmente importante?
“Teme a Dios y guarda sus mandamientos” (proverbios 12:13).
Reevalúa tus prioridades, tus metas y tus estándares. Considera que, lo mejor que un ser humano puede hacer es vivir con temor de Dios y obedecer su Palabra. Eso es lo verdaderamente importante.
Habrá muchos momentos en tu vida en que sentirás que no eres suficiente, o que todo lo que haces nunca es suficiente. Pero cuando llegues a ese punto de cansancio y frustración, reorienta tu mirada hacia lo eterno: Honra a Dios, busca su reino y su justicia, teme y guarda sus mandamientos.
Tus expectativas no pueden estar basadas en lo que otro ser humano piensa, sino en lo que Dios piensa y espera de ti. Es agotador vivir intentando cumplir estándares ajenos. No todos nacimos para sobresalir en el arte o en la ciencia, pero todos tenemos fuimos creados con la capacidad de conocer a Dios y honrarlo.
Cristo nos es suficiente.
Esa es la verdad que necesitamos recordar, especialmente cuando sentimos que no damos la talla, que fracasamos, que todo lo que hacemos no alcanza. vivimos intentando encajar en moldes que ni siquiera entendemos, tratando de cumplir estándares que el mundo impone, sin preguntarnos si son reales, justos o duraderos.
Pero Dios no nos mide con la misma vara que el mundo. Piensa que al final, todo es validad. Todo es pasajero. Tu alma no fue creada para rendir cuentas ante la aprobación de los demás, sino para rendirse ante los pies de cristo.
No permitas que la presión te haga explotar. Reconoce tus capacidades y tus límites. Aprende a valorar lo que realmente importa: solo Cristo.
Solo Él puede darte amor, aceptación y validación. Tú no necesitas serlo todo, porque Cristo ya lo es.
Cristo nos es suficiente.