|

«Dios solo necesita un corazón dispuesto» es una de las frases que más he escuchado desde los púlpitos de todo el mundo. Una y otra vez se nos invita a tener un corazón dispuesto para trabajar en la obra de Dios, pero, sobre todo, para hacer su voluntad.
¿Te has puesto a pensar qué significa realmente tener un corazón dispuesto? ¿Qué es lo que Dios está pidiendo de nosotros?
En la Biblia, encontramos varios personajes cuya respuesta al llamado de Dios fue ejemplar. Permíteme contarte brevemente acerca de algunos de ellos:
Primero, encontramos a Noé, cuyo llamamiento ocurrió en medio de una situación complicada para la humanidad. En Génesis 6, se describe cómo la maldad de los hombres se había multiplicado, y, en medio de esa catástrofe, Noé halló gracia ante los ojos de Jehová (Génesis 6:8). «Hazte un arca», le dijo Dios a Noé, dándole instrucciones específicas sobre la construcción y lo que habría de acontecer (Génesis 6:14-21). La Biblia no nos dice si Noé expresó algo en voz alta en ese momento; lo que sí nos dice es: “Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó” (Génesis 6:22). Esta respuesta refleja su total y absoluta obediencia a Dios.
Más adelante encontramos la vida de Samuel, quien creció en el templo al lado de sacerdotes y fue llamado por Dios a una edad temprana. Samuel ya ministraba en la presencia de Jehová y, mientras crecía, la Biblia dice que era acepto tanto ante Dios como ante los hombres. Una noche, mientras dormía, Dios lo llama por su nombre tres veces, hasta que, guiado por el sacerdote Elí, entendió que era Dios quien lo llamaba. Sin titubear, respondió: “Habla, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:10). La Biblia describe que todo Israel conoció que Samuel era un fiel profeta de Jehová (1 Samuel 3:20). Su respuesta al llamado de Dios fue inmediata.
Por otro lado, la visión y el llamado de Isaías es uno de mis favoritos. Sin duda alguna, podemos ver más claramente lo que significa tener un corazón dispuesto al observar la respuesta de Isaías en el Capítulo 6. Dios le permitió tener una visión de su trono, y la reacción natural de Isaías fue sentirse inmundo. Sin embargo, cuando escuchó la voz del Señor diciendo: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?», Isaías contestó de inmediato: «Heme aquí, envíame a mí» (Isaías 6:8).
¿Qué tienen en común estos personajes?
¿Qué tienen en común Noé, Samuel e Isaías?Todos ellos tenían un corazón dispuesto. Esto implica la rendición de la voluntad y la obediencia pronta a una orden.
Dispuesto es un adjetivo que significa «preparado para ser utilizado». También encontré una definición que explica de manera sencilla que dispuesto es «hacer las cosas con ganas y de buena gana«. Es decir, nuestras intenciones, voluntad, deseo y actitud deben estar enfocadas en realizar algo de forma positiva. Nuestra mente, nuestra boca y nuestras acciones deben estar perfectamente coordinadas.
Cuando Noé escuchó las órdenes de Dios, se puso a trabajar de inmediato. Cuando Samuel escuchó la voz de Dios, respondió diciendo “Habla, que tu siervo escucha” y, al día siguiente, comenzó a tomar acción sobre su llamado. Cuando Isaías se encontró frente al trono de Dios, no dudó ni un minuto en decir “Heme aquí” ajustándose los zapatos para salir a trabajar en lo que se le había ordenado.
¿Realmente Dios necesita un corazón dispuesto?
Cuando escuchamos que «Dios solo necesita o busca un corazón dispuesto», generalmente se dice con la intención de motivarnos a realizar trabajos específicos, la mayoría de los cuales están relacionados con el ministerio. Se nos ha enseñado que servir a Dios es beneficioso y a menudo se nos hace creer que, si nos disponemos, Dios puede hacer grandes cosas con nosotros. Pero, ¿realmente Dios necesita un corazón dispuesto? ¿Qué sucede cuando el corazón NO está dispuesto?
Lo primero que podríamos pensar es que, si una persona no está dispuesta, Dios simplemente buscará a otra que sí lo esté. Pero, ¿te acuerdas de Moisés? Un hombre cuya vida fue una estrategia divina. Fue elegido para liberar al pueblo de la esclavitud que había sufrido por años. Un hombre que, cuando fue llamado por Dios, no responde de inmediato con «Heme aquí». En Éxodo 3, verás que Moisés dio excusa tras excusa para no ir. Incluso dijo: «Envía, te ruego, a otro» (Éxodo 4:10).
La respuesta de Dios no fue: «…Está bien, Moisés, no vayas. Yo sé que tienes miedo, que no sabes hablar bien. Seguramente los egipcios no creerán que yo te he mandado. Déjame buscar a alguien con un corazón dispuesto y enviarlo… Perdona por molestarte, yo pensaba que podría hacer grandes cosas contigo, pero veo que estás ocupado pastando las ovejas de tu suegro.»
La respuesta real de Dios fue:
“Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, el levita, y que él habla bien?… Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca, y con la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer” (Éxodo 4:14-15)
En pocas palabras, «No te librarás tan fácil de esta.»
¿Recuerdas a Jonás? le molestó que Dios le ordenara ir a Nínive a predicar arrepentimiento. Así que, aunque intentó huir, Dios no lo olvidó. Jonás fue tragado por un pez, y en medio de esa circunstancia extrema, no tuvo más opción que buscar a Dios y pedir misericordia. Reconoció la soberanía de Dios y se dispuso a cumplir su voluntad. El pez lo vomitó en tierra firme y Jonás, finalmente dispuesto, se dirigió a Nínive.
Sin embargo, encontramos a un Jonás molesto al final del libro, tanto que deseaba la muerte. Un diccionario bíblico describe a Jonás de esta forma: “Dios lo usó contra su voluntad para dar un mensaje de advertencia a los paganos de Nínive” (Clendenen, 2003). Jonás nunca tuvo el corazón dispuesto para obedecer y servir a Dios, y aun así, fue usado por Él.
Estos ejemplos nos muestran que decirle «sí» a la voluntad de Dios no siempre es fácil. Sin embargo, cuando no estamos dispuestos a hacerla, Dios puede provocarnos de diversas maneras hasta que hagamos Su voluntad.
Los padres entenderán esto con más facilidad. Todos los días le doy instrucciones a mi hijo de 7 años para que haga algo en casa: limpiar, recoger, aspirar,etc. No hay forma de que pase por alto esa orden. A veces, el niño me dice que le duele algo y no puede realizarlo. Otras veces, argumenta que él no hizo el desorden, por lo que no se ve obligado a recogerlo. También ha preguntado por qué su hermano – de 2 años – no ayuda a sacar la basura. Ha tratado de manipularme diciendo: “Es que tú lo haces mejor que yo.”
Es increíble la cantidad de excusas ridículas que puede inventar para no obedecer. Él cree que en algún momento lo dejaré libre diciéndole: «Tienes razón, debes estar muy cansado de jugar todo el día. Yo levantaré los juguetes por ti.» Pero es sencillo: es una orden para él y solo él debe llevarla a cabo. No hay nada que lo libere ni lo haga pasar por alto. Si no lo hace con un corazón dispuesto, tendrá que hacerlo a mi manera, y a su corta edad, sabe que esa idea no es conveniente.
El peso de su voluntad.
Lamentablemente, a menudo percibimos a Dios como alguien de carácter débil, como si pudiéramos librarnos de nuestras responsabilidades simplemente por no estar de humor o no querer hacerlas. Se nos olvida que nuestro Padre Celestial no se deja manipular por nuestrras excusas, gustos, preferencias ni opiniones. El firme peso de su voluntad lo determina todo, y no hay nada que podamos hacer para oponernos a ello.
A lo largo de toda la Escritura, vemos que el propósito de Dios no depende exclusivamente de nuestra disposición, pero sí honra y bendice al que le responde con prontitud y obediencia. Un corazón dispuesto no es simplemente uno que “quiere” hacer algo, sino uno que se rinde completamente a la voluntad de Dios, incluso cuando el camino no es fácil, cuando la tarea no es agradable, o cuando el corazón humano tiende a resistirse.
Dios, en su soberanía, puede y usará incluso a los que no están completamente dispuestos, como vimos con Moisés y Jonás. Sin embargo, lo que realmente honra su nombre es cuando alguien le dice “sí” sin condiciones, con amor, con temor reverente, y con una fe sencilla pero firme. Un corazón dispuesto es más que una actitud positiva: es una vida consagrada.
Decir “heme aquí” como Isaías, obedecer sin palabras como Noé, o escuchar atentamente como Samuel, no es solo admirable, sino profundamente necesario en tiempos donde la voluntad personal muchas veces se exalta por encima de la voluntad divina. Hoy más que nunca, el mundo necesita creyentes que no solo quieran hacer cosas para Dios, sino que vivan en obediencia diaria, aun cuando nadie más lo vea, y aunque no reciban reconocimiento.
La frase “Dios solo necesita un corazón dispuesto” no debe usarse como un lema superficial, sino como una verdad profunda que transforma nuestra manera de responder a su llamado. Porque, aunque Dios puede usarnos a pesar de nosotros, cuánto mejor es cuando puede usarnos con nosotros —cuando nuestro corazón está alineado con el suyo.
Que cada uno de nosotros pueda orar, como el salmista:
«Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.» Salmo 143:10
Referencias.
Clendenen, E. R. (2003). Diccionario bíblico ilustrado Holman. B&H Publishing Group.