Piedras Preciosas.

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Proverbios 31:30 dice: «Engañosa es la gracia y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, esa será alabada.»

Seguramente has leído varias veces el maravilloso poema dirigido a la mujer virtuosa de Proverbios 31. Todas, en algún momento de nuestra vida, nos hemos enfrentado a la inevitable comparación que surge después de leerlo, especialmente cuando se nos dedican estos versículos durante la celebración del Día de las Madres. En lugar de sentirnos elogiadas, a menudo parece un escrutinio más que un reconocimiento. Porque, seamos honestas, cuando leemos Proverbios 31, muchas de nosotras nos sentimos profundamente intimidadas.

Desde el principio, Salomón plantea la pregunta: «Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?» (v. 10). Esto nos hace cuestionarnos si realmente es un ideal alcanzable. Además, la lista de virtudes descrita es tan extensa y detallada que, al leerla, el desánimo puede invadirnos rápidamente.  Por ejemplo, encontramos descripciones como:  

  • El corazón de su marido está confiado en ella, y ella le da bien y no mal.
  • Trabaja con sus manos.
  • Se levanta de madrugada a dar comida a su familia.
  • Invierte en propiedades.
  • Planta un viñedo.
  • Hace negocios.
  • Trabaja hasta tarde en la noche.
  • Fabrica su propia ropa.
  • Produce sábanas y ropa de invierno.
  • Vende ropa.
  • Habla con sabiduría.
  • Es amorosa y amable.
  • Jamás es perezosa.
  • Sus hijos y esposo hablan bien de ella .etc. 

La lista es larga, y los estándares parecen ser muy altos, lo que nos lleva a pensar que Salomón tenía razón al preguntar: “¿Quién la hallará?”

Hoy en día, los estándares de belleza externa impuestos por el mundo han modificado profundamente la forma en que nos presentamos ante los demás. Y, por si eso fuera poco, también tenemos que ser empoderadas, independientes, trabajadoras, emprendedoras, etc. Vivimos en un sistema donde lo socialmente aceptable es mostrar nuestra mejor versión y, sin darnos cuenta, ponemos mayor valor en el carisma y la apariencia exterior que en un corazón íntegro.

La Escritura enfatiza que, aunque estas cualidades y los logros externos son valorados por la sociedad, estos no garantizan un carácter sólido o un corazón recto. En un mundo que a menudo parece medir el éxito únicamente por lo que se puede ver, Proverbios 31:30 se presenta como un faro de claridad y verdad, destacando la importancia de los valores internos. Este versículo de contraste subraya que, aunque la mujer virtuosa puede tener muchas cualidades admirables como la inteligencia, la belleza y la habilidad en sus tareas, la más importante es el temor a Jehová, que actúa como un fundamento moral sobre el cual se construye su vida. Este temor, que no debe confundirse con el miedo, se traduce en una reverencia y respeto genuino por Dios, inspirándola a actuar con integridad y sabiduría en todas sus interacciones, convirtiéndose así en un modelo a seguir no solo dentro de su hogar, sino también en su comunidad.

Eclesiastés 12:13 dice: «El fin de todo discurso oído es este: Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.» Aquí Salomón resume todo su aprendizaje y reflexión. Después de evaluar las múltiples búsquedas del hombre, señala que todo razonamiento y argumento culminan en esta verdad esencial: nuestra vida solo tiene verdadero sentido si está centrada en Dios. Temer a Dios y obedecerlo no es solo una parte de nuestra vida, sino la esencia misma de nuestra existencia; por esta razón se entiende que el elogio a la mujer virtuosa termine con la cualidad más importante de todas: el temor a Jehová. 

Cuando observamos a las mujeres de la Biblia, notamos que lo que las hace destacar no es su belleza física, sino su carácter, moldeado por el temor de Jehová. Estas mujeres impactaron profundamente a sus hijos y a las generaciones futuras porque demostraron cualidades de carácter que reflejaban su devoción y obediencia a Dios. Su vida cotidiana estaba llena de desafíos, sin embargo, sus decisiones estaban guiadas por principios sólidos de fe, lo que les permitió enfrentar adversidades con tenacidad y amor. El temor de Jehová en sus vidas se tradujo en acciones concretas que marcaron la diferencia en su entorno. Fueron madres y mujeres que, con su ejemplo de fe, instruyeron, protegieron y guiaron a sus hijos hacia el propósito divino, transmitiendo valores centrados en la confianza en Dios y en la importancia de la comunidad y la familia. Su legado perdura hasta hoy, inspirando a muchas a seguir sus pasos y a reconocer el poder transformador de un corazón comprometido con la voluntad divina.

Este temor reverente se refleja claramente en las siguientes historias:  

– La madre de Moisés, Jocabed, actuó con valentía y fe al entregarlo a una mujer egipcia para salvar su vida, confiando en que Dios tenía un propósito mayor para él. Dios le permitió educarlo con conocimiento de Su verdad, preparándolo para liderar al pueblo de Israel.  

– La madre de Sansón obedeció estrictamente las instrucciones dadas por Dios sobre cómo cuidarlo desde el vientre, mostrando un temor a Jehová que garantizó que Sansón fuera consagrado como nazareno.  

– Ana, la madre de Samuel, en su profunda reverencia a Dios, dedicó a su hijo al servicio divino desde antes de su nacimiento. Cumplió su promesa al llevarlo al tabernáculo para que creciera en los caminos de Dios.  

– Timoteo fue criado en la fe por su abuela Loida y su madre Eunice, quienes inculcaron en él el temor a Jehová desde su niñez, formando así el carácter que lo haría un fiel colaborador del apóstol Pablo.  

– Noemí, aunque enfrentó grandes adversidades, Noemí adoptó a sus nueras como hijas, guiándolas con sabiduría y amor en los caminos de Dios. Su vida fue un testimonio de confianza y reverencia al Señor, lo cual influyó profundamente en Rut.  

Estas mujeres nos muestran que no es la gracia ni la hermosura lo que deja una huella eterna, sino un corazón que teme a Dios y busca cumplir Su voluntad.

El valor de una mujer no radica en lo que puede lograr según los estándares del mundo, sino en su devoción y temor a Dios. Ser una mujer virtuosa no significa cumplir con una lista interminable de requisitos, sino tener un corazón comprometido con los mandamientos de Dios. Cuando priorizamos lo eterno sobre lo pasajero, nuestro carácter se convierte en la mayor joya que podemos ofrecer, y ese es el legado más valioso que podemos dejar, a nuestros hijos y a los que nos rodean.  

¿Qué te inspira de este pasaje y cómo lo aplicas a tu vida diaria?

 Recuerda: el temor a Jehová es la verdadera belleza que trasciende el tiempo.